Nuestra charla con él fue, como siempre, una auténtica locura. Risas, nervios, alguna que otra indirecta, un quítame tú esas pajas, que nos encantó. Una vez dentro del tren, esa figura desaparece y nos encontramos con un frio medio de comunicación que sirve de ayuda, si la ocasión lo requiere.

El tren es clásico, con juegos que se pueden realizar en paralelo y que permiten que el grupo se divida. Para nosotros, la dificultad no depende de los juegos sino de la utilización de una nomenclatura no estándar y creada solo para esa sala. Además, nos encontraremos con algún que otro juego de despiste sin funcionalidad real dentro de la historia, pero que sirve para tener entretenidos a los jugadores.

Nosotros nos escapamos con el oro y salimos de aquel frenético robo. Eso sí, sin pagar nuestra comisión.